¿Qué más estamos dando por sentado?
Las lecciones de la vida a veces vienen en forma de apagón
Tras episodios como el de ayer (los venezolanos sabemos lo que es, pero los que emigramos nos habíamos olvidado de lo que significa estar tantas horas sin luz) considero importante hacer una lista de las cosas que damos por sentadas y que realmente deberíamos recordar en nuestros rituales de gratitud:
La luz, existe en nuestras vidas desde que tenemos memoria (ya no queda nadie en el mundo que recuerde la vida sin servicio eléctrico). Cuando falta se nos trastoca la vida. No nos hallamos sin ella. Nos olvidamos del poder que tenemos en nuestras gargantas para conversar, en nuestros corazones para empatizar, en nuestros pies para caminar. Hoy agradezco haber pasado 12 horas sin ella. Porque valoro lo que podemos hacer cuando la tenemos. Porque aprecio haber tenido una pausa de tantos estímulos digitales. Porque me maravillo de haber visto la vida suceder en la calle como sucedía antaño, familias juntas paseando sin teléfonos en la mano, padres pendientes de sus hijos en los parques, interactuando, jugando, volviendo a la raíz.
La naturaleza. Quien no se sienta bien rodeado de ella, que levante la mano, porque sería el primer caso que conocería. La naturaleza nos salva, nos sana, nos arropa y nos abraza sin pedir nada a cambio. Es una presencia que nos sostiene como una madre a su recién nacido. Nos mima y nos regala belleza y serenidad en medio del caos. Nos ofrece la oportunidad de reconectarnos con la esencia de la existencia.
La compañía. ¿Cuántas veces agradecemos a las personas que están a nuestro alrededor? ¿Cuántas veces damos valor a lo que significan en nuestra vida? ¿Cuántas veces les hacemos saber que nos importan? Las rutinas, el cansancio, el día a día a veces nos desenfoca y nos hace olvidarnos de la importancia de agradecer la presencia cercana de esos seres que amamos, sus cosas buenas y las no tan buenas, su alegría, su amor constante y sin condiciones.
El fuego. Qué importante fue el descubrimiento del fuego para la humanidad. Un elemento que nos calienta y nos permite cocinar nuestros alimentos. Un elemento que nos ilumina y nos guía. Ayer la casa de mi abuela (la única con cocina de gas), se convirtió en el epicentro alimenticio de mi familia casi en pleno.
La comunicación. Hemos desvirtuado el poder de la comunicación porque ahora es el pan de cada día. Mensajería instantánea, correos electrónicos, mensajes de texto, mensajes de audio, mensajes de vídeo. Estamos tan, tan acostumbrados a enviar y recibir a través de la tecnología que andamos como pollos sin cabeza cuando perdemos “la señal”. Es bueno recordar que hace unos pocos años no había nada de eso. Y nos comunicábamos incluso mejor que ahora. Los encuentros se coordinaban con confianza en el otro: “nos vemos aquí a tal hora mañana”. Y sin mensaje de confirmación, nos veíamos allí al día siguiente a la hora prevista. Porque la palabra valía. Porque había compromiso de las partes involucradas. Porque era diferente. Porque éramos diferentes.
La lista es larga, pero no quiero extenderme demasiado. Me interesa saber qué otras cosas piensas tú que damos por sentado, y que recordamos sólo en momentos de tensión o de incertidumbre.
Yo quiero hoy agradecer también este espacio en el que me siento plena y libre. En el que comparto, para mí y para quienes necesiten encontrarlos, mensajes sobre la gratitud, que es el pilar de mi existencia, la energía en la que me muevo, a pesar de los pesares. Siento que más que nunca necesitamos manifestar la gratitud y entregarnos a su bondad y a su magia.
¿Hay algo que sientas que estás dando por sentado y necesites agradecer? Hazlo. Hazlo sin dilación. Hazlo con consciencia. Hazlo con amor.
Gracias por tu tiempo. Gracias por querer estar.
Cositas interesantes
La música también forma parte de nuestros días, y a veces también olvidamos agradecerla. Hoy la celebro y la honro regalándoles esta maravilla:
Por favor, seamos poesía
Hoy les dejo este poema que escribí el año pasado y que formó parte de la Antología “Acaríciame un momento”, publicada por la editorial Diversidad Literaria:
No todos los días
No todos los días son buenos. A veces amanecemos y somos la alegría, llenamos de sonrisas el mundo que nos rodea, brillan las flores, cantan los pájaros, el sol tenue de la mañana invade nuestros poros y con su hormigueo bailamos de felicidad porque estamos vivos. Otros días somos la calma. Abrimos los ojos con la gratitud en la garganta, deseosa de acariciar todo a su paso: las horas, el olor del primer café, ese que saboreamos en silencio, mirando a través del cristal medio sucio de nuestra ventana, asimilando el poder de respirar, de sentir, de existir. Algunos otros, quizás los menos, simplemente somos. Somos víctimas de nuestros traumas, somos esa mirada al pasado o al futuro que nos alborota el pecho, somos ese rencor enquistado en las caderas que creemos superado con cada clase de yoga. Somos frustración e incomprensión. A veces nos vestimos de ira y desazón, perdemos el hilo que conduce nuestra comunicación, nuestros corazones se alejan como si fuesen a batirse en duelo. Pero ninguno llega a sacar su arma. En cambio, decidimos refugiarnos en el amor que compartimos, asentado y denso como un buen chocolate caliente; entendemos nuestra vulnerabilidad, nuestra condición de humanos, la futilidad de los motivos. Decidimos perdonar y perdonarnos, aceptar que nos equivocamos, agarrarnos de la mano y seguir caminando. No todos los días son buenos. Pero a tu lado, todos valen la pena.