Al otro lado del miedo
Sobre comparaciones, aceptación, el papel de la mente y el poder de la gratitud.
Cuando descubro que mi ego está comparándose con otra realidad desde las redes sociales, desde un recuerdo, desde una conversación con otro ser, desde una expectativa, inmediatamente hago un ejercicio de presencia que me ayuda a volver a mi realidad: respiro profundamente y comienzo a enumerar todas las cosas que me hacen diferente de esa persona, sean diferencias situacionales, personales, emocionales, las que sean.
Al entender esas diferencias puedo aceptarlas. Y aceptándolas las libero y no las acumulo como una carga mental ni emocional. Las transformo en inspiración, en motivación y en lecciones. La gratitud me ha enseñado que su perspectiva es más ligera que cualquier otra, y me ha permitido conocerme en profundidad para no sentirme desmerecedora por no tener ciertas cosas, o por no hacer otras tantas.
La gratitud me enseñó a amar todas las partes de cada proceso, a observarlas sin juicio, a mantener una ecuanimidad que es difícil de sostener si manejas otra energía, si no te permites sentir en plenitud y buscar la otra cara de esa emoción que te altera, la lección oculta entre las distracciones del ego, de la mente.
A mi mente la trato como un órgano más: sé que, según el alimento que le ofrezca, funcionará de una u otra manera. Entonces puedo DECIDIR (sí, amigos, todo en esta vida es una decisión) recibir todo ese aluvión de inseguridades, de ansiedad, de estrés, al que mi mente desea entregarse desde su ignorancia emocional y agradecerlo, porque al recibirlo puedo darme cuenta de que mi mente estaba intentando llenar el saco de alimentos vacíos y puedo modificar esa conducta desde la esencia que soy.
Tu mente te hará creer que eres ella y que es esa ella-tú quien gobierna esa patria libre que eres tú-tú en tu ser más esencial. Pero hacer este ejercicio de presencia constantemente me ha devuelto el poder del amor propio, me ayudó a sanar heridas antiquísimas que ni sabía que me estaban robando energía y me permitió sonreír aún en medio de la desesperación más intensa, porque entiendo que detrás de cada tormenta viene un sosiego largo y revelador, que me permitirá continuar encontrando lecciones que cambiarán todo lo que venga delante y volver a declararme independiente ante el yugo mental.
Y así decido, la mayoría de los días, vivir en gratitud. Vivir en línea con la paz del espíritu, actuar en nombre de esa gracia y transformar mi realidad, más allá de lo visible y lo tangible. Al remover y atender el terreno interior, al regar tu propio jardín con las aguas claras y frescas de la gratitud, los frutos de tu cosecha empiezan a verse distintos, saben a gloria bendita y sientes la necesidad de compartirlos con el universo entero.
Por eso estoy aquí, compartiéndoles esta cosecha poderosa que salió de un trabajo de presencia que sigo haciendo mientras escribo estas líneas.
Autolección gratis del día para recordar cuando vuelva a leer esto:
aunque dudes, hazlo. Al otro lado del miedo te esperan cosas grandiosas.
Gracias por querer estar. Gracias por tu tiempo. Te abrazo y te espero al otro lado del miedo <3
Esta semana quiero compartirles esta compilación de grandeza. Louis Armstrong sigue siendo para mí un descubrimiento, habiéndolo escuchado desde que tengo uso de razón. Ahora que mi hija está en su momento más jazzy, aprovecho para ver joyas como ésta y maravillarme con el talento que tenía este hombre, su carisma, su genialidad, y transmitirle a mi niña la magia de este showman que sigue vivo en quienes lo admiramos.
Por favor, sigamos siendo poesía
Espejo
Sylvia Plath
Soy plateado y exacto. No tengo prejuicios.
Todo lo que que veo lo trago de inmediato
tal como es, sin que me empañen ni el amor ni el disgusto.
No soy cruel, soy sincero,
el ojo de un pequeño dios de cuatro ángulos.
La mayor parte del tiempo la paso meditando sobre la pared de enfrente.
Es rosada, con manchas. Tanto la miré que
me parece que ya forma parte de mi corazón. Aunque con intermitencias.
Las caras y la oscuridad nos separan una y otra vez.
Ahora soy un lago. Una mujer se inclina sobre mi,
buscando en mi extensión su verdadero ser.
Después se vuelve hacia esas mentirosas, las velas o la luna.
Veo su espalda y la reflejo fielmente.
Ella me recompensa con lágrimas y agitando las manos.
Soy importante para ella. Ella viene y va.
Es su cara, cada mañana, la que reemplaza la oscuridad.
En mi, ella ahogó a una muchacha, y en mí, una vieja
se alza hacia ella día tras día, como un pez terrible.